A vos ser, sombra, acabo de regalarte el don de la duda.
Seguí moviéndote entre esas nubes negras, azules mortecinas, llenas de rencor, contándole a esa porción de nada, que pronto fallecerá, que soy yo la única que no pudiste manipular.
Solo, sin ayuda, caes más abajo que cualquier mente putrefacta, solo bajas, y bajas, hasta el último peldaño, muerto, ya no queda ni vitalidad en tus letras.
Ya sos real el muerto más real de esos cementerios, que son nuestra historia hecha.
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